Era una tarde soleada, cálida y arrulladora; me recosté junto a un árbol a descansar tras haber recorrido durante 3 días por el “Aeviternus Inanis”, un camino muy extenso que unía el mundo del viento donde se encuentra nuestra villa, con el mundo de las profundidades donde se distingue un espeso bosque.
Cuentan los sabios mientras rascan sus barbas:
Hace muchos años ese oscuro bosque estaba formado por telarañas, dicen que todo animal que ingresaba allí era despojado de su libertad y sus recuerdos, y todo su conocimiento era transferido a una vieja bruja que habitaba en el bosque.
Uno de esos sabios, mi abuelo, quien mi mamá tachaba de loco por su gran imaginación me contaba la leyenda de Involvolus:
En aquella época donde el mundo de las profundidades atacaba los animales, primero seduciéndolos con espejismos coloridos en los que caían con facilidad y luego atraídos ingresaban hacia el, desapareciendo misteriosamente; fueron muchos los que cayeron en la trampa causando confusión y angustia en los demás, entonces el resto de animales decidían en ocasiones ir voluntariamente en busca de su familia perdida, otros despreciaban su vida y recorrían el bosque en busca de suicidio y perdición, pero unos pocos que tanto me intrigaban eran guerreros libres que iban en busca de conocimiento, de poder y de aventuras.
Una tarde una joven oruga, quien había dedicado su corta vida a las ciencias, el arte y el placer, emprendió un viaje al centro del mundo de las profundidades, quería conocer el misterioso bosque del cual se hablaba tanto, y ver con sus propios ojos la maldición de una bruja sobre la cual había escuchado hablar, no solo quería verla, sino arrebatarle sus poderes místicos, quería sabiduría, conocimiento, todo para ver el mundo de una manera diferente a como solían verla en el mundo del viento, respondía con responsabilidad a su pensamiento que le exigía conocer nuevos mundos.
La oruga se desplazaba día y noche por el Aeviternus Inanis con ansias llegar al bosque que parecía alejarse cada vez mas, de repente lo sintió sobre ella; sin saberlo ya estaba dentro del bosque. Allí reconoció los rostros de sus viejos amigos que se habían perdido alguna vez, pero notó en ellos una energía diferente, ya no tenían autonomía sobre sus cuerpos, no eran ellos. Estos personajes se habían convertido en maquinas, trabajaban para alguien, ya no reían, ya no sufrían, ya no amaban, ya no sentían, eran muñecos, ¡eran esclavos!
La oruga recordó el viejo mito y sintió miedo, poseía muchas cualidades que no quería perder en ese extraño e incomodo lugar, sin embargo se lleno de valentía y agallas, agarro a caminar a lo profundo del bosque donde vivía la vieja bruja, pues creía que ella era responsable del comportamiento de sus amigos y que probablemente retenía sus almas.
A medida que avanzaba hacia el fondo del bosque se llenaba de angustia, le circulaban por la mente imágenes desastrosas que le hacían entrar en pánico y desespero. Cuando llegó, vio un enorme palacio formado por palos y estructuras arácnidas, en la parte inferior del palacio a sus afueras, se extendían unas enormes telarañas donde colgaban algunos animales viejos, agotados sin energía y también colgaban otros animales rebeldes que no acataban las ordenes de este imperio construido en el interior del bosque. Estos animales le servían de ofrenda y alimento a la bruja quien reinaba desde lo alto del palacio.
La oruga sintió una seca melancolía por sus amigos, por ver que el mundo que ella quería ver no era como esperaba y sus lágrimas corrieron porque había conocido la verdad, la cruda
realidad, la real oscuridad. En cuestión de segundos se puso furiosa y su mente se transformo totalmente, sus objetivos no eran solo las virtudes que esperaba encontrar, no, también quería de vuelta a todos sus amigos y sus seres queridos. En definitiva, al ver el sufrimiento noto que su objetivo era la liberación de sus principios, de sus amigos y sus pensamientos. Grito desde las afueras del palacio a la vieja bruja para que saliera a luchar.
“Aracnea” la vieja bruja hace su presentación con un fuerte sato hecho desde la cima del inmenso palacio; con una gruesa y ronca voz dice a la oruga:
– está aquí todo mi reino, todo mi ser, soy yo la verdad, soy yo el poder; despojando a todo ser de su sufrimiento a cambio de sus virtudes, ,sus valiosos recuerdos y sus emociones porque es todo esto el miedo, miedo a lo desconocido, temor por conocer, mejor les quito sus penas y me quedo con su saber-.
A lo que la oruga responde:
-es el querer saber lo que nos hace libres, y es el conocimiento el que rompe el miedo, es el olvido lo que genera el miedo, si, olvidar lo que ya sabemos, olvidar quienes somos, y no tengo miedo a los desconocido, pero me angustia el no poder conocer-.
En ese momento se desata una feroz batalla entre la araña y la bruja… Golpes van, golpes vienen, y entre un mar de insultos y bofetadas, salta Aracnea sobre un viejo arbusto seco y quemado envolviendo y petrificando la oruga entre una corteza arácnida; una vez petrificada la oruga fue colgada en la cima de ese árbol quemado el cual mi abuelo describió como la ruina y la destrucción. Y dice Aracnea a la pobre oruga momificada:
-aquí te quedas con tu miserable vida-.
En ese preciso instante la rama sobre la cual estaba paraba la vieja bruja se rompe haciéndole caer sobre un arrume de palos rotos, productos de la intensa batalla. Un agudo ruido se escuchó sobre todo el bosque, había gritado Aracnea con mucho dolor, quien había sido atravesada por varios palos, ella se mantuvo en delirio unos pocos segundos antes de morir dejando su maldad esparcida por todo el bosque, su maldición fue efectiva pero solo en el bosque, después de su muerte los animales regresaron en si despertando de una cruda y real pesadilla de la que se lamentan haber vivido. La oruga permaneció petrificada, a pesar del intento de sus amigos no pudo ser liberada de la maldición, el bosque permaneció allí en absoluta oscuridad, dice mi abuelo que allí habitan los males del mundo. Actualmente cada individuo recorre el Aeviternus Inanis para encontrar su destino aunque no todos llegan muy lejos.
Involvolus, era el nombre de aquella oruga guerrera que lucho por el mundo animal, ella permaneció en estado de momificación durante mucho tiempo en el fondo del bosque, y la madre naturaleza al ver tal valentía le concedió la virtud que ella tanto deseaba, ahora vuela libremente como la legendaria mariposa que liberó los animales de lo desconocido.